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jueves, 6 de septiembre de 2018

2002

El miedo se desliza por la noche
como una serpiente de inframundo.
Hace nido en los oídos de los hombres sin fe.
Lo vomitan desde sus rocas
los falsos pastores,
los sacerdotes de imperdonables manos,
los que se llaman trabajadores
sin ensuciarse las manos,
los guardianes de armas
que apuntan a quienes debieran proteger
y los elegidos del pueblo (sus peores hijos).

El puto miedo infecta cada casa,
cada ladrillo,
cada colmillo.

Los economistas rememoran el año capicúa,
pero nada dicen del hambre,
del cerebro reventado de aquellos
que no soportaron la repentina miseria.

Ellos hablan de monedas.
Ellos
olvidan
a los hijos del miedo.

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