En la frontera de la
paz
es más fácil
contratar un sicario
que alquilar una
casa.
Hay más iglesias
que farmacias
y encontrar una
librería es tarea
para detectives.
En la frontera de la
paz
es muy peligroso
amar al prójimo
literalmente.
Sobre todo si el
prójimo y el amor
no se permiten.
En el lugar del mapa
atravesado por una
línea
se diluyen la
lengua, la frontera y la paz.
En la paz de la
frontera
hay buena gente que
mira pasar los años
como si fueran nubes
en el cielo.
Es gente buena, pero
no alcanza.
Tienen buenas
intenciones, pero no alcanza.
Tienen buenos
sueños, pero no alcanzan el cielo
prometido.
Mientras haya
prójimos más prójimos que otros,
mientras el cielo
tenga escaleras y ascensores,
no alcanzará jamás
para que la paz y la
frontera
no sean una
caricatura
de un nombre soñado.
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