Arde
mi vientre un sol, oscura brasa;
inagotable
sol que no ilumina,
incendia
mis palabras y domina
las
puertas de mi piel y me traspasa.
Este
sol me consume, sol que arrasa,
sol
sin luna, sin gloria, que termina
por
matar cada luz, que me asesina,
no
tiene fin ni dios, no tiene casa.
Solo
puedo viajar hacia el abismo,
hundirme
sin pensar en el oscuro
silencio
que me grita. Ser yo mismo
mi
juez y redentor, tirar mi muro;
edificar,
entonces, esperanza.
Por
eso debo ser. Hablar no alcanza.
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