El lenguaje inclusivo, como intento de democratizar el lenguaje, tiene muchísimas falencias. En primer lugar ignora la historia (las palabras tienen su historia, no nacen por generación espontánea); en segundo lugar es incoherente, en el sentido que no respeta los paradigmas (lo que va atado al primer punto, los paradigmas se construyen por analogía a lo largo de la historia), por ejemplo exigir que se diga "la presidenta" en lugar de "la presidente" y no ser consecuentes con el paradigma y decir "la afrodescendiente" y no "la afrodescendienta"; en tercer lugar supone que un cambio de lenguaje automáticamente cambia la actitud del hablante, como si la nueva palabra (nativo americano en lugar de indio, por ejemplo), más allá de su corrección política no termine cargando con la misma connotación negativa de parte de los que usaban la antigua de forma despectiva: la idiotez no se elimina por decreto. Hay mucho para hablar del tema... pero son las tres de la mañana. ¿O debo decir mañano? No sé...
1 comentario:
Me parece excelente la apreciación. Realmente muy atinada, a pesar de ser "las tres de la mañana", no le falta lucidez.
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