Los "poemas de la máquina", de los que se han publicado tres hasta ahora, son unos poemas que escribí hace años, en una vieja Consul checoslovaca. Para los que conocen algo de máquinas de escribir, la Consul es un tractorcito: lenta pero confiable. Uno desarrollaba músculos en las manos y en los dedos, los antebrazos quedaban acalambrados al cabo de varias hojas. No sé si tenía algo que ver, pero uno desarrollaba más energía en cada verso.
La computadora y su teclado tienen varias ventajas frente a los dinosaurios de tipos de plomo: es más dúctil, más rápida, los programas de proceso de textos ofrecen casi hasta escribir por ellos mismos, sin mencionar el control ortográfico. Pero, sobre todo en las ventanas de texto de los blogs y de los sitios especializados en literatura, uno extraña esa capacidad de volar que tenía sobre la hoja de papel en las viejas máquinas, esa situación casi artesanal en la que el autor era el autor, el papel era el papel y los errores se tapaban con cinta correctora. Ahora uno quiere hacer una pequeña sangría, un tabulado, y se encuentra con la justificación casi militar sobre el margen, sin posibilidad alguna de dibujar el poema. El poema mismo dejó de serlo, pasó a ser simple texto.
De todas maneras, no quiero ser injusto: este blog me está dando la posibilidad de reeditar estos viejos y queridos poemas de máquina, con el agregado de que al volver a leerlos después de tantos años, los comprendo y recién ahora sé decir lo que en ese momento quise balbucir. El resultado, lo juzgarán los lectores.
P.D.: Debo confesar que la idea de publicar de esta manera la "tomé prestada" de Joaquín Doldán. Sus series me maravillan y me alientan a escribir.
Saludos.
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