El Cristo que me vendieron
era rubio y sus ojos celestes
como la pulpera de Santa Lucía.
El Cristo que me vendieron
era bello y aplaudido
como un rock star
de Franco Zeffirelli.
Pero sin reembolso
lo devolví.
Prefiero el Cristo que veo
cuando veo
a una niña pobre
compartir el pan
con sus hermanos.
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