El censista censaba vecinos sociables, solitarios, simpáticos, ceñudos, sarcásticos o sardónicos. Visitaba casas preciosas, simples, señoriales o sencillas. Saludaba, se presentaba con su casaca descolorida y anunciaba su función de censista. El señor o la señora de la casa a veces lo hacía pasar, a veces le contestaba en la acera. No hacía diferencia, salvo que molestaba el sol, ciertamente encegecedor.
No es fácil responder a un sujeto que dice ser del Censo, cosas que no son secretas pero son sólo nuestras, entonces él cazaba sonrisas con sutiles y acertadas frases que hacían soltarse a los censados, propensos a cerrarse a las inquicisiones. Esquivaba cuestiones que encienden pasiones, situaciones tensas, demostraba bastante soltura en eso.
Pasó a ser una sombra más de la zona. Los vecinos saludaban a su paso a ese ser silvestre: el censista sensible.
3 comentarios:
Hola Marcelo!
me ha gustado el texto, muy ingenioso de tu parte.
saludos!
gabriela
Muy bonitas tus letras.
que tengas una buena semana.
un abrazo desde Jaén
Muchas gracias!
Un abrazo, Gabriela, siempre es bueno leerte.
Bienvenido, Miguel!
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