A veces aplastado por una realidad ficticia,
a veces eufórico de planes,
vendiendo pieles de osos que me miran incrédulos.
La verdad es que llevo medio siglo
esperando un mañana perfecto
durmiendo siestas en tiempos de vigilia,
e insomne cuando la luna bendice
el cansancio de los justos.
Voy
a contramano por una autopista de ángeles borrachos
buscando el milagro o la tarjeta roja.
Acaso el cartel indicador,
el video para tontos que me muestre
cómo se armaba esta vida de segunda mano.
Mientras tanto alguna señal
-el beso de mi amada,
el abrazo de una sobrina,
la sonrisa tan joven como la recuerdo de niño-
me dice que si no es por acá,
a lo mejor no estoy tan lejos.
Los osos me miran codiciando mi piel.
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