Recuerdo las bayonetas hendidas
en las almohadas de mi casa.
Los libros por el piso buscando quien sabe qué.
Buscando quien sabe qué excusa.
Nunca me gustaron los generales.
Los veía en la televisión posando como prohombres,
y en la calle debíamos andar mirando el piso.
No sea cosa qué.
Cuando mis viejos cruzaron el río para votar
me hablaron de ese hombre
que resistió preso tantos años sólo por ser él,
por ser honesto.
No podía creer que fuera un general,
cuando vi cómo miraba.
Luego lo escuché.
Era un hombre con nombre de poeta.
Con nombre de estudiante caído.
Era un hombre que sólo decía
lo que pensaba.
Que articulaba huracanes con la palabra.
Y su palabra valía más que el oro.
Nunca me gustaron los uniformes.
Menos aún los generales.
Pero hubo un hombre que supo ser
General.
Hombre.
Palabra.
Seregni.
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