Bueno, hoy me tocó uno de cera de oídos. Entrando a la Facultad de Psicología me cruzo a un veterano, que sin estar mal vestido, no tenía pinta de pasarlo bomba. Traía un bolso de cuero, y colgado del bolso un cartel impreso y plastificado con la siguiente inscripción
TRISTEZA NO TIENE FIN
A lo mejor tiene. A lo mejor nos deja algún recreo. Pero lo cierto es que el cartel me persigue.
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